En un pequeño pueblo suizo aparece asesinada una niña y la única pista es un dibujo de la pequeña. Las sospechas recaen sobre un vendedor ambulante que fue la persona que encontró el cadáver. El comisario Matei está a punto de jubilarse y deja el caso al cargo de su relevo, a pesar de que tiene dudas sobre la culpabilidad del vendedor ambulante que, incapaz de hacer frente a la acusación, se suicida en su celda. Cuando el comisario Matei está a punto de coger un avión, repara en pequeños detalles que han explicado los niños de la escuela donde iba la niña. Motivado por su celo profesional, aplaza su retiro y comienza a investigar por su cuenta.