En la fábrica no hay tiempo que perder, y unas máquinas hacen que los trabajadores apenas tengan un minuto para comer o descansar. Agotado por el frenético ritmo del trabajo, uno de los obreros acaba perdiendo la razón y siendo ingresado en un hospital por agotamiento. Después de recuperarse, sale a la calle y se cruza casualmente con una manifestación.
'Tiempos modernos' fue, en muchos sentidos, la gran vuelta de tuerca en la carrera de Charles Chaplin. Iba a ser su primera película sonora, y se llegó a escribir un guion con los diálogos, pero finalmente decidió permanecer fiel a su cine y redujo la presencia de voces en el film (donde se pueden oir en momentos muy puntuales como la megafonía de la fábrica o los locutores del programa de radio). El principal motivo fue que Chaplin no quería hacer hablar a su personaje más entrañable, el vagabundo que creó casi por casualidad para sus primeros cortometrajes. De hecho, su nacimiento fue en 'Mabel’s Strange Predicament', pero su estreno se retrasó y su debut en la pantalla acabó siendo 'Kid Auto Races at Venice'. Así, el 7 de febrero de 1914, el cine vio por primera vez a Charlot, el vagabundo. 'Tiempos modernos' fue la última aparición del entrañable vagabundo en las películas de Chaplin, por eso el director quiso mantener intacta la esencia del personaje y, aunque Hollywood vivía ya el esplendor del cine sonoro, decidió rodar el film mudo.
Aunque al final de la película se puede escuchar la música de la canción 'Smile', la letra no fue añadida hasta años más tarde, convirtiéndose en uno de los temas más populares de Chaplin.
El director trabajó hasta la extenuación en la banda sonora y fue aquí donde le permitió una pequeña licencia a Charlot para que pudiéramos escuchar su voz antes de que el personaje desapareciera para siempre. En una escena que tiene lugar en un café-teatro, Charlot debe cantar una canción que acaba improvisando porque se olvida dónde se ha escrito la letra. El lenguaje es inventado y las palabras ni siquiera tienen sentido, pero el número sigue siendo genial. Un gag perfecto en toda regla con el que, de paso, el director remarcaba que para hacer reír y emocionar al espectador, no hacía falta que las películas hablaran.