Durante los años sesenta, Estados Unidos y Rusia competían por ser el primer país en enviar una nave a la luna. Para poder llevar a cabo uno de los principales proyectos, la NASA contrató a tres brillantes científicas afroamericanas. Katherine Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson participaron en la misión de enviar al espacio al astronauta John Glenn, estudiando con sus cálculos la órbita que se trazaría durante el viaje y la mejor manera de traer la nave de regreso a casa.