El agente James Bond, del servicio secreto británico, se ve obligado a colaborar con una agente del servicio soviético para investigar la desaparición de dos submarinos nucleares. Las poderosas armas han desaparecido por culpa de un multimillonario llamado Stromberg, cuyo objetivo es matar a la población mundial para crear una civilización perfecta bajo el mar.
Tiburón, con sus dientes de acero, se convirtió en uno de los villanos más míticos de la saga Bond y el coche que se convertía en submarino, y que disparaba desde misiles hasta chorros de petróleo, es uno de los memorables gadgets que utilizaba el agente 007 en esta producción que contó con un presupuesto de trece millones y medio de dólares, todo un récord para la época.
La décima aventura de James Bond en la gran pantalla constituye una de las entregas más espectaculares y divertidas. Los productores se jugaban mucho con ella, ya que la anterior película de la saga, ‘El hombre de la pistola de oro’, no había tenido el éxito esperado. Por suerte, los productores le dieron otra oportunidad y el film no sólo funcionó bien en taquilla sino que convenció a marcas como los automóviles Lotus de que aparecer en estas películas disparaba sus ventas.
El generoso presupuesto permitió que el equipo rodara en Egipto, Canadá, Las Bahamas, Cerdeña y Escocia, entre otros lugares, y que no se escatimara en detalles como el hecho de que para la espectacular secuencia de esquí el doble de Roger Moore fuera el campeón mundial de este deporte Rick Sylvester.
‘La espía que me amó’ fue también la carta de presentación de uno de los villanos más populares, Tiburón, cuyos dientes metálicos han pasado ya a la historia. Un detalle que no le resultó demasiado práctico al actor Richard Kiel, que apenas podía llevar la dentadura más de cinco minutos por el daño que le hacía. Tampoco hay que pasar por alto el cuidado con el que se construyó la guarida de Stromberg, el multimillonario que quería acabar con una sociedad que él consideraba decadente. Porque si Bond puede presumir de tecnología, su enemigo no se quedaba atrás. El refugio de Stromberg podía sumergirse en el océano, y contaba con instalaciones como una trampa con la que podía mandar a sus invitados, o a los ayudantes poco eficaces, directamente a un enorme acuario con tiburones.
La chica Bond de la historia fue Barbara Bach, una modelo de pasarela que se pasó al cine con esta cinta donde interpretaba a una agente del KGB que investiga la desaparición de unos submarinos nucleares. Fue el primer personaje femenino de la saga al que quisieron retratar como algo más que una cara bonita, así que sus hazañas estaban a la altura del agente 007 con quien, al principio, no se llevaba nada bien. Esta era la tercera vez que Roger Moore se hacía cargo del personaje, y en la que mejor se lo pasó. Aunque cuando el rodaje se ubicó en Egipto, la comida era tan mala y escasa que los productores tuvieron que traer comida fresca desde El Cairo Para que el equipo pudiera comer en condiciones. El propio Albert R. Broccoli, uno de los máximos responsables de la longevidad de esta franquicia, fue el encargado de cocinar pasta para dar un buen banquete que animara a actores y técnicos.
Este film también fue el primero de James Bond escrito originalmente para la gran pantalla, ya que de la novela de Ian Fleming no toma más que el título. El argumento y los personajes que aparecen en la historia son diferentes.
La espía que me amó fue uno de los títulos claves para que el agente 007 siguiera teniendo nuevas misiones en la gran pantalla y con el tiempo se ha convertido en una de las entregas más míticas del personaje.